domingo, 9 de diciembre de 2007

Campisábalos, enigmas de la Capilla del Caballero Galindo


'Hay otros mundos, pero están en este'
[Paul Elouard]
Añadida en el lado sur de la iglesia románica de San Bartolomé, en Campisábalos, la Capilla del Caballero San Galindo ofrece a visitantes, curiosos e investigadores, detalles de cierta relevancia e interés, algunos de los cuales intentaremos mostrar en la presente entrada. Ignoro si se abre al público, o por el contrario, la casualidad -unida a la gracia de las fechas en las que nos encontramos- quiso que los vecinos se dispusieran a montar allí el Belén tradicional, y viendo el interés que mostrábamos estudiando el contorno exterior del templo, amablemente nos invitaran a visitarla. Sería muy injusto, por tanto, continuar la presente exposición, sin hacer un pequeño inciso y agradecerles desde las presentes líneas, semejante detalle y cortesía. Vaya, pues, nuestro más sincero agradecimiento por ello.
También es cierto, que podría comenzar a comentar desde la perspectiva de hablar de la interesante sucesión de figuras, bellamente labradas en la piedra aunque mortalmente atacadas por el tiempo y la erosión -Montse, tu apreciación era correcta- que se pueden contemplar en la fachada meridional, y que representan escenas correspondientes a las labores del año. Incluso del impresionante rosetón, situado a la altura del pequeño ábside de la capilla, realizado en base a la interposición de hermosas formas geométricas -entre las que se pueden contemplar una exalfa y una cruz de ocho beatitudes- y de clara influencia mudéjar, que traen inmediatamente a la memoria recuerdos de los sorprendentes rosetones que conforman el ábside -único en su género- de la iglesia de Santa Coloma, situada en la cercana población de Albendiego. También, de las estelas funerarias medievales -procedentes, según los historiadores, del cementerio medieval que en tiempos existió delante de la iglesia- que se encuentran en el atrio de la entrada principal y constituyen, por los grabados que aún se observan, un pequeño enigma en sí mismas. O de las dos cruces pateadas, aún perfectamente distinguibles, que se encuentran labradas en la piedra de la puerta de acceso al cementerio municipal, situado a la entrada misma del pueblo.
Pero sería injusto y totalmente irrespetuoso, si no lo hiciera hablando de la 'Reina de Hierro' -perdón, el título debe entenderse como de carácter personal, y motivos para denominarla así, como veremos más adelante, no me faltan-, una figura de proporciones considerables en comparación con otras tallas y realizada en madera, al parecer en una sola pieza, con corona regia en la cabeza y mirada fija, hierática y vigilante, que recibe de frente a las visitas, esperando pleitesía y sumisión, como la auténtica soberana que es.
En efecto, con un vestido de color rojo y ribetes dorados, así como con una capa de color verde sobre los hombros....la Inmaculada acapara inmediatamente la atención, mostrando ciertos detalles que inducen a pensar que la pequeña capilla en la que se encuentra, tenía, en mi opinión, una extraordinaria relevancia en su momento y de alguna forma, constituyó un lugar de misterios iniciáticos.
Pero vayamos por partes, tratando de remontarnos en el tiempo y en los avatares históricos, como si tuviéramos la oportunidad de subirnos en el maravilloso ingenio que a finales del siglo XIX vio la luz en la imaginación de un prolífico escritor de origen británico: Herbert George Wells, 'inventor', al menos sobre el papel, y por tanto, teóricamente, de la máquina del tiempo.
Naturalmente, la primera cuestión que se nos plantea nos induce a preguntarnos acerca del misterioso personaje en cuyo honor fue levantada la capilla, pasando a constituir un elemento añadido al templo: el caballero San Galindo.
En el mismo muro -sus patrones y materiales, me recuerdan mucho el interior abovedado de la enigmática ermita del Santo Alto Rey, situada en uno de los puntos más elevados de la cercana Sierra de Pela-, no muy lejos de la majestuosa figura de la Inmaculada, un escudo de armas y una inscripción que se levantan junto al sepulcro del honrado caballero, nos ofrecen, al respecto, las primeras pistas:
'En esta capilla donde está la reja de hierro, está sepultado el cuerpo del caballero San Galindo, y de la dicha capilla y hospital y bienes y rentas suyas, son patrones la Justicia y Regimiento de la Villa de Atienza. Hizose por mandado de los Ilustres Señores Licenciado Alvarez, alcalde Mayor por Su Majestad de la dicha villa y Don Gr. de Medrano Bravo, Alférez Mayor, Francisco del Castillo, Juan de Riberos, Grd. Pinedo, Br. de Hijes, López de Guzmán, Francisco Quesvero'.
Parece constatada la presencia de varias órdenes religiosas de caballería en la región -templarios y hospitalarios- aunque no existan, o no se hayan encontrado los testimonios escritos suficientes, como para aseverarlo con una seguridad histórica absoluta. Recurrimos, pues, a otra parte no menos importante, en que se divide la Tradición: su vertiente oral.
Oportuno es de reseñar, antes de continuar, que la vida del caballero Galindo o San Galindo -con la santidad, en este caso, ocurre un fenómeno parecido a las coronaciones reales de la época, en su versión melodramática de 'quita y pon'- navega por las aguas turbias y nebulosas que entremezclan realidad y leyenda, y sobre cuya ambigüedad, la Historia nos ofrece interesantes candidatos, como Hiram o Apolonio de Tyana.
Hombre, al parecer, de cuantiosa fortuna, según aseveran las crónicas de la época, nuestro personaje realizó numerosas donaciones y levantó gran número de hospitales, cuestión ésta última, por la que algunos investigadores pretenden asociarlo con la Orden de los Caballeros del Hospital de San Juan de Jerusalén, más conocidos, popularmente, con el nombre de Hospitalarios.
Es oportuno reseñar, que en la época en la que, al parecer, se desarrolló la vida de nuestro caballero ......la plaza de Atienza fue tomada a la guarnición sarracena, por las tropas del rey..., iniciándose un periodo de expansión y reconquista de la Península, que se vería culminada cuatro siglos más tarde, en 1492, con la toma de Granada por parte de los Reyes Católicos: Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.
No sería de extrañar, por lo tanto, que ambas órdenes -curtidas en los campos de batalla de Tierra Santa- hubieran participado, y de una forma muy activa, en dicha reconquista, considerada, por muchos historiadores, como una especie de continuación de las Cruzadas.
Atienda, sin duda, constituía un bastión estratégico excepcional, que había que asegurar y conservar a toda costa para garantizar dicha expansión. Para entonces, muerto Almanzor, 'el azote de los reinos cristianos' y hombre de un indudable carisma, parecía que el Islam se veía incapaz de encontrar un sucesor de igual o parecido genio militar, capaz de levantar el estado catatónico en el que se encontraban las diferentes taifas repartidas por la Península.
[En construcción]