sábado, 24 de diciembre de 2011

Guadalajara se hace camino al andar os desea a todos una Feliz Navidad




Un año que termina y un nuevo ciclo que comienza. Tiempo para estar con la familia y mimar a los amigos; de salir, de cantar, de celebrar y de disfrutar de unos días de asueto. Tiempo de deseos y de sueños; de renovaciones y esperanzas. Desde estas páginas, que poco a poco se van abriendo camino por una provincia con numerosos y variados atractivos, quiero desearos a todos una muy Feliz Navidad. Y como dice un amigo navarro: que todo lo bueno del presente año, sea lo malo del año que viene.




miércoles, 21 de diciembre de 2011

La Virgen de los Enebrales de Tamajón

Aunque su nombre es Virgen de los Enebrales, todos en Tamajón y los pueblos de alrededor, la conocen con el cariñoso apelativo de la Serrana. También es cierto que, si bien la talla, a juzgar por lo poco que se ve de ella, no parece, ni remotamente la original, lo que representa sí que podemos decir que se remonta a los primeros tiempos de la Reconquista; aquellos tiempos oscuros en los que, una vez conquistado el territorio a los moros, se iniciaba en España el imparable fenómeno de la repoblación. Fenómeno que, curiosamente, también trajo consigo la aparición -o quizás, mejor dicho, la reaparición- de numerosas manifestaciones de la Virgen, acompañadas siempre del consiguiente milagro. Y en testimonio de aparición y milagro, aparecía misteriosamente -y perdón por la redundancia- una imagen virginal (1), en muchos casos, con evidentes connotaciones negras que, de una manera también sorprendentemente tozuda, deseaban ser veneradas en el mismo lugar de su hallazgo. Tal es el caso de ésta Virgen de los Enebrales, de Tamajón.

No deja de ser interesante y a la vez importante, por otro lado, el lugar tan particular en el que se ubica la ermita, situado a apenas unos dos o tres kilometros de Tamajón, saliendo en dirección a Majaelrayo, confluyendo con las particularidades de un terreno donde abunda el pino y el enebro y cuyas formaciones rocosas se han visto tan curiosamente erosionadas que, a semejanza de la vecina provincia de Cuenca, se ha convenido en considerarla otra Ciudad Encantada. Digno de mención es, también, el detalle de que en sus proximidades -Retiendas dista, aproximadamente unos diez kilómetros- se localizan las ruinas de lo que fuera en tiempos el monasterio cisterciense de Bonabal. Y recordemos, por añadidura, que el Císter tuvo una especial relevancia en el fomento del culto a la figura de la Virgen.

Aunque no se sabe a ciencia cierta por la falta de evidencias, se sospecha que la actual ermita -remodelada entre los siglos XVI y XVIII- sustituye a otra más modesta, románica en sus orígenes. Rodeada, como he dicho, por pinos y enebros, con la imponente sierra del Ocejón como telon de fondo, en sus proximidades se desarrolló una curiosa leyenda, que nos recuerda los famosos encuentros de héroes mitológicos, como Hércules, y también históricos, como Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, con terribles serpientes (2), que seguirían la tradición, posteriormente cristianizada de paladines celestiales como San Jorge o el arcángel San Miguel. En este caso, sin embargo, el protagonista fue un modesto sacerdote a quien el monstruo salió al encuentro, siendo salvado in extremis por intercesión de la Virgen, cuya figura se descubrió posteriormente en la rama de un enebro, de ahí el nombre. El tema queda recogido en una pintura, probablemente del siglo XVI que, apenas distinguible -recordemos que la ermita, quedó muy deteriorada en el transcurso de la Guerra Civil- adorna con el milagro una de las paredes laterales del interior del templo. Templo que, aunque tradicionalmente siempre ha tenido sus puertas abiertas para refugio de caminantes y peregrinos, actualmente se mantienen bajo candado para evitar robos y alteraciones de gente sin escrúpulos. Tradición hospitalaria que resume en estos versos recogidos por la Tradición:


'Entre enebros desiguales

por aparecida te aclaman

por eso todos te llaman

Virgen de los Enebrales.

Si buscas paz pasajero

aquí puedes encontrarla

pues María supo hallarla

para todo el mundo entero...'

O este otro, no exento de cierta gracia popular, dicho sea en el buen sentido:

'Virgen de los Enebrales

patrona de Tamajón

tienes las puertas abiertas

como si fueras un mesón'.

Conviene añadir que, por sus características, no es difícil de adivinar la existencia de cultos paganos en la Antigüedad, incluidos los druídicos.





(1) La tradición achaca su confección a San Lucas, sobre todo cuanto más fama de milagrosas tienen.
(2) Una tradición, sitúa en la ciudad troglodita de Tiermes, la lucha entre Hércules, al que denominan Álamos y la terrible serpiente Elpha. Aparte de la mención del tema durante su paso por dicha ciudad -en el Cantar de Mío Cid, a Tiermes se la denomina Agriza- conviene recordar otro episodio singular en el que el Cid, valiéndose de su escudo -símil que también nos remonta al mito griego del combate entre Perseo y Medusa- logró derrotar a una terrible serpiente. Ocurría esto, según la tradición, en el pinturesco pueblecito burgalés de Barrio Pañizares. El recuerdo de Elpha, también forma parte de los bestiarios medievales, y se la puede localizar, entre otros lugares, en un capitel que se localiza en una de las iglesias románicas más decanas de Soria: San Miguel, situada en la localidad de San Esteban de Gormaz. Existe también otra representación de ella, en un capitel del pórtico del monasterio de San Martín de Turieno; o lo que es lo mismo, de Santo Toribio de Liébana, en los Picos de Europa.



martes, 20 de diciembre de 2011

La Ciudad Encantada de Tamajón




'Sentado en una peña, el Troll

alza triste cantar:

¿Por qué, por qué he de vivir yo

tan solo en Más Allá?
Ha tiempo que partió mi pueblo

y ya no piensa en mí;

entre la Cima de los Vientos

y el Mar, quedé yo aquí...' (1)



Uno prácticamente se tropieza con ella, a poco menos de un kilómetro de Tamajón. En realidad, la visita es obligada, pues varios carteles que la señalan como Ciudad Encantada, espolean la imaginación del curioso, y una vez desbocada ésta, no hay rienda lo suficientemente fuerte, para sujetar su desenfrenado galope. Es el corcel más veloz que posee el ser humano, y de hecho, el único capaz de hacerle ver maravillas en lo que otros simplemente ven un erial. Quizás no parezca una cosa del otro mundo, pero al poco de deambular por ella, y dejándose aconsejar por la Imaginación, difícil resulta no tener la perspectiva de llegar a considerarla, cuando menos, un lugar curioso. Un lugar donde, por poco que se esfuerce la vista, incluso el más escéptico llegará a vislumbrar, si no a ese Troll del poema de Tolkien, sí a algún pariente lejano que por alguna maldición, quedó atrapado en un molde de piedra a merced del viento y la lluvia. Porque esos son los verdaderos dioses que, pacientemente, han ido moldeando a su antojo un pequeño mundo que aún, al cabo de los siglos y milenios, continúa despidiendo fumarolas de humo evanescente con intenso olor a azufre y paganismo. Tal vez esto explique, de alguna manera, la presencia de una curiosa ermita algunos metros más allá, dedicada a la Virgen de los Enebrales, de gran devoción en la comarca, por su fama de milagrera. Una verja impide el paso al interior, de manera que los peregrinos ya no pueden cobijarse en ella y descansar, como antaño.

Al contrario que la ermita, las melancólicas casas de la Ciudad Encantada, están abiertas a todo el mundo. Las puertas, los goznes y los cerrojos, hace tiempo que han desaparecido, roídos por el óxido del olvido. A veces, cuando el viento se cuela por los recovecos de las rocas o por esas oscuras cavidades que quizás en tiempos albergaran ánforas de exquisito vino, uno piensa en el lamento de una princesa mora hechizada, o quizás, en el rugido inquieto de un dragón dormido en las profundidades, allá donde las aguas se deslizan furtivamente para después aflorar a la superficie y convertirse en fuentes con propiedades milagrosas.

Al frente, y al contraluz, una esfinge mira imperturbable hacia el Oeste; quizás hacia ese mismo lugar donde el sol muere todos los días y al que acude el peregrino a recoger un pedacito de sueño al final de su camino: el Finis Terrae. Hay, entre medias, campos de labor que comienzan a sacudirse el yugo de la escarcha y mensajeros de los dioses, con su feo plumaje negro, que escarban entre los surcos para llevarse al pico el premio de una lombriz.

Pero todo es solamente una ensoñación. Cuando el caballo de la Imaginación regresa al establo y se tumba, no puedo por menos de pensar, que quizás he estado en un sanatorio al aire libre donde los locos acudimos para sacudirnos el polvo acolchado del aburrimiento cotidiano, y de paso, recuperar parte de la cordura perdida a base de electroshocks de misterio y de belleza.





(1) John Ronald Reuen Tolkien: 'Cuentos desde el Reino Peligroso', Ediciones Minotauro, S.A., 2010, página 194.