Considerada por algunos autores
como merecidamente ejemplar para incorporarla dentro del mosaico imprescindible
y reseñable del románico de la provincia, la iglesia parroquial de Cubillas del
Pinar hunde sus raíces en la segunda mitad del siglo XII, cuando el lugar, a
instancias y con la ayuda del obispado seguntino, fue repoblándose con gentes
del norte, atraídas por los avatares de una Reconquista, en la que a medida que
se iban asegurando los nuevos territorios, empujaba con altibajos, pero
inexorablemente, de vuelta al mar al invasor agareno.
Una prueba de su venerable
antigüedad, lo demuestra, visiblemente, el estado de las columnas de la pequeña
galería porticada, donde la erosión ha ejercido de escoplo y cincel, hasta el
punto de hacer que la piedra se retraiga sobre sí misma, ofreciendo, de una
forma natural, un aspecto cuasi silense en algunos casos. No obstante,
dejando aparte este detalle, así como el de algunas acciones de remodelación
que parecen haber cegado parte de la galería, el tempo que se ofrece a la vista
del visitante, es un templo de hermosa factura, proporcionado y de austeridad
cisterciense, ajeno, en sus detalles ornamentales, a la profusión de
referencias míticas alusivas, generalmente, a los pecados capitales, temática
característica y abundante en el románico peninsular, destinada a mantener a
raya a un pueblo sometido por el poder feudal, pero también eminentemente
temeroso de Dios.
A unos dos o tres kilómetros de
Cubillas, la población de Guijosa conserva una hermosa muestra de la
arquitectura militar por excelencia de la Edad Media, en su castillo, utilizado
en la actualidad, si no en su totalidad al menos sí en parte, como almacén o
depósito de aperos.