Aun a
duras penas, aunque muy malogradas en su conjunto, todavía sobrevive parte de
ese antiguo esplendor románico que caracterizó en tiempos a Sigüenza, no sólo
visible en la zona de la cabecera de su magnífica catedral, sino también, no
muy lejos de ella, en las iglesias de Santiago y de San Vicente. Dos templos,
cuya advocación, independientemente de otras consideraciones, nos derivan hacia
personajes de sólida relevancia en la Historia y en el Arte de nuestro pequeño
pero multifacético solar hispano, pues con ambos, en mayor o menor relevancia,
evidentemente, se desarrollaron caminos de peregrinación, a la vez que
interesantes escatologías, como son
la ortodoxa romana y la mozárabe. Porque hemos de tener en cuenta, que si la
peregrinación a Santiago supuso la apertura de unas fronteras que habían
quedado en el olvido prácticamente desde la caída del Imperio Romano, la
peregrinación a los santuarios vicentinos
–donde el principal, parece ser que era aquel que se levantaba en el Cabo San
Vicente y que fuera arrasado con la invasión de las terribles hordas
almorávides-, mantenía un inusitado tráfico de fieles, tanto de origen
cristiano como de origen musulmán, siendo el ejemplo más visible de ésta,
digamos, comunión entre gentes del Libro,
la maravillosa ermita mozárabe de San Baudelio de Berlanga, situada en la
vecina provincia de Soria.
Localizadas
en la calle Mayor, la de Santiago –junto a un antiguo palacete de origen
gótico, sobre cuyas ventanas lucen escudos con las armas de antiguos y
conocidos linajes y algunas interesantes Taus-,
y en aquélla otra situada prácticamente enfrente de la también gótica casona
del celebérrimo Doncel –aquél que duerme su eterna juventud en la catedral-,
parece constatada la intervención de alarifes de origen mudéjar –descolgados
tras la Reconquista-, que dejaron patente su habilidosa disposición a la hora
de labrar rodillos, formas geométricas y vegetales, toda vez que tenían
terminantemente prohibido la reproducción de imágenes. Llama la atención, no
obstante sobre la portada principal de ésta última, la presencia de una figura
mariana, una Virgen con Niño, sedente y entronizada, de aspecto gotizante, que
no parece corresponder con el templo y es posible que en origen, hubiera pertenecido
a la cercana catedral. Dispone también ésta iglesia de San Vicente de otra
portada, sencilla, de puntas adamantinas, que da a la pequeña y estrecha calle
de Jesús.
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